05 agosto 2006

La pérdida de credibilidad de los medios

No hay duda de que los medios de comunicación dirigen cada día más la agenda social y cultural de España. Básicamente nos dictan lo que debemos leer, cómo debemos vestir, dónde tenemos que ir de vacaciones, qué películas deberíamos ver e incluso en algunos medios se atreven a decirnos cómo deberíamos votar en las elecciones.

La gran mayoría de los ciudadanos no se dan ni cuenta de este sutil proceso de influencia que ejercen todos los medios en la toma diaria de nuestras decisiones, sobre todo en aquellas que conllevan una decisión de compra o de consumo. Algunas veces, el intento de manipulación es muy obvio o directo, pero en la mayoría de las ocasiones está tan encubierto en la información presentada que al final llegamos a pensar que son nuestras propias ideas y nuestras propias decisiones. El último libro de Alissa Quart, Marcados (Editorial Debate), nos desvela cómo las agencias de comunicación y marketing se introducen en el mundo de los jóvenes para conocer sus gustos y «formar» sus hábitos de consumo. A través de este libro, descubrimos cómo estas marcas crean conceptos y marcas «cool» que son inmediatamente aceptadas y consumidas por los mismos adolescentes, y cómo la mayoría de estos sucumben al bombardeo diseñado para reducir su individualidad y creatividad, al tiempo que asistimos a la valentía de algunos jóvenes aislados que deciden -resistiendo el empuje de estos agresivos departamentos comerciales- luchar y plantar cara como reacción ante la manipulación informativa.

Sin lugar a dudas, los medios de comunicación, y muy particularmente la televisión, han conquistado casi todos los espacios de información y supuesta crítica. Varios líderes de opinión señalan cómo se está fabricando un proceso de propaganda silenciosa que amenaza el pluralismo ideológico y la creatividad innovadora y que «se propone domesticar nuestro pensamiento, influir en los corazones y descerebrar nuestras mentes». Todos sabemos que el mero hecho de relatar cualquier información conlleva una interpretación de los hechos, según la persona que lo cuente. Podemos aceptar que al reproducir la información, la interpretación pueda ser de una manera u otra, pero es que últimamente estamos notando una radicalización ideológica tan extrema que ya muchas personas empiezan a hablar de una pérdida de credibilidad de los medios.

A lo largo de los últimos años, hemos visto un intenso proceso de concentración de medios locales y nacionales, ya sean televisiones, radios, prensa escrita, soportes multimedia, etc. Los diferentes gobiernos de España, Alemania y Francia han mostrado una enorme complicidad con los principales grupos económicos y mediáticos para reformar todas aquellas leyes existentes que supuestamente defendían los intereses de los ciudadanos frente a procesos de concentración o quasi-monopolio, en favor de los intereses comerciales y económicos de los grandes grupos mediáticos de este país.

En relación con este proceso de concentración de medios, existe un gran déficit democrático de transparencia en nuestro país. ¿Quiénes son los verdaderos dueños de los principales grupos de comunicación en España? Hace unas décadas, la libertad de expresión de un país se medía, principalmente, a través del grado de intervención directa del Estado en los medios de comunicación. Hoy en día, la amenaza de la libertad de expresión se encuentra más en el poder de manipulación de parte de los grandes grupos económicos del sector privado que en la capacidad de manipulación de los gobiernos.

Este sector económico, que abarca desde la edición de libros a la industria discográfica, la radio, la televisión, la prensa escrita y los videojuegos, es ya la quinta fuerza económica en España. Nos encontramos ante un cambio de civilización donde este tipo de industrias jugará un papel clave en la sociedad del conocimiento del siglo XXI. Hay que tener en cuenta que la industria cultural y mediática también empieza a ser importante en la economía mundial: el 11% del PIB mundial se genera a través de estas actividades empresariales.

Tal y como nos señalaba Mercedes Pescador en su artículo «El Poder de los medios», el debate sobre el poder de los periodistas y de la prensa no es tan reciente. En este artículo nos recuerda cómo Napoleón señaló que uno de los males de la revolución francesa fue la proliferación de medios de comunicación «nacidos no para comunicar, sino para controlar, manipular o simplemente influir y afectar a los ciudadanos». Entonces, ¿es la prensa un cuarto poder del Estado?. Se ha dicho muchas veces, pero se trata de un fetichismo profesional, según la mencionada autora. Lo normal es que quienes dispongan de los medios de producción posean también los medios de comunicación. Deciden, por tanto, lo que debe decirse o callarse, y cómo se ha de presentar cada acontecimiento o noticia. En resumen, no es que la prensa sea «el cuarto poder del Estado», sino que está al servicio o es propiedad de los que ya controlan el Estado. «¿Quién disfruta de la libertad de prensa?», se preguntó hace años, públicamente, el editor del Washington Daily News, Louis Mollé; y se contestó a sí mismo: «Los propietarios de los periódicos y sus semejantes […] La libertad de prensa es la propiedad».

La independencia de la línea editorial de los medios de comunicación sólo se lograría si existiese una auténtica independencia de los medios frente a los grandes poderes económicos de un país. Un reciente ejemplo de este tipo de interferencias y conflictos de interés puede hacernos entender la situación que viven actualmente la mayoría de los medios de comunicación de referencia. El pasado 20 de septiembre, la Sociedad de Redactores del diario francés Le Figaro votó una moción que emplazaba al director de este periódico de referencia a defender una línea editorial de total independencia frente a los posibles conflictos de interés comerciales y económicos de los accionistas. La alarma surgió tras el intento de intrusión en la línea editorial por parte del principal accionista del Grupo, el constructor aeronáutico Serge Dassault, dueño de este medio, al defender que «hay informaciones que hacen más daño que bien», y por tanto no deben ser publicadas en sus medios». Las empresas de este industrial dependen en gran parte de los contratos con el Estado, y además milita en la Unión por un Movimiento Popular (UMP), el partido político en el poder. Dassault es el principal accionista de Le Figaro, de la revista L’Express, de varios medios regionales y de otras muchas publicaciones.

La doctrina neoconservadora que estamos viviendo en las últimas décadas plantea la libertad de expresión como un derecho individual y pasivo de los ciudadanos. En otras palabras, según esta doctrina los Gobiernos no deben hacer ningún esfuerzo por garantizar el acceso de las minorías y/o voces alternativas (ONGs, grupos sociales, sindicatos, religiones, asociaciones de consumidores, etc.) a los canales de comunicación, a su producción y posterior distribución para corregir las lagunas o deficiencias que puedan generar las leyes del mercado. ¿Debemos dejar todo en manos del mercado o debemos introducir medidas correctoras para garantizar la libertad de expresión de estos colectivos?

Afortunadamente, a lo largo de la historia el desarrollo tecnológico ha traído consigo la difusión de nuevos posicionamientos ideológicos y culturales, provocando transformaciones en la sociedad. La aparición de las nuevas redes digitales se debe al retroceso que vive la libertad de expresión en la actualidad. Este nuevo tipo de medios, como los weblogs (bitácoras), ofrece unas notables potencialidades para la diversidad cultural e informativa, así como el florecimiento de un nuevo canal de información, comunicación y cultura.

Los weblogs se han convertido en los nuevos medios de comunicación debido a la pérdida de credibilidad de los medios tradicionales. Muchos de estos weblogs son gestionados por prestigiosos periodistas que escriben en estas páginas personales sobre temas que no pueden tratar abiertamente en sus medios tradicionales por conflictos de intereses de accionistas y presiones comerciales, publicitarias, etc. También estamos viendo un auge de weblogs gestionados por miembros de la comunidad académica, especialistas en sectores y líderes de opinión, donde las personas pueden expresarse libremente sin ningún tipo de censura, lo que lo convierte en el medio adicional idóneo para obtener información y compartir opiniones. Estos nuevos medios se están situando como fuentes de la opinión pública, ofreciendo un punto de vista y opinión que en muchas ocasiones en nada se parece a lo publicado en los medios tradicionales, donde existen mayores limitaciones de expresión por los comentados conflictos de intereses y líneas editoriales encorsetadas.

¿Puede una persona de la calle hacer algo para que esta situación cambie?. Así como hace unas décadas unos pequeños grupos ecologistas eran percibidos por la mayoría de los Gobiernos y empresas como unos fanáticos y/o unos «locos de la colina» con sus demandas sobre la responsabilidad medioambiental de las empresas, hoy en día disfrutamos de un mundo algo más saneado. Aunque queda mucho por hacer, gracias a su esfuerzo y perseverancia tenemos leyes que regulan la actividad empresarial de las empresas en esta materia y les obliga a respetar el medio ambiente, aunque luego nos pasen los costes que conlleva ese respeto medioambiental en los precios por su servicio y/o producto…. Pero lo más importante es que han conseguido que las nuevas generaciones de jóvenes estén mucho más concienciadas con el medio ambiente y se castigue a aquellas empresas y Gobiernos que no lo respetan.

Un proceso similar de rechazo está teniendo lugar y creciendo entre los más jóvenes en relación con el alto grado de manipulación de los medios de comunicación. En una economía de mercado, los consumidores, manipulados o no, tienen en sus manos la última decisión sobre lo que consumen. Según una reciente encuesta elaborada por el instituto canadiense GlobeScan, hoy por hoy sólo un 10% de los españoles ha decidido tomar la iniciativa como consumidor y premiar a las empresas que actúan de forma responsable y transparente. Estos consumidores son los nuevos «locos de la colina»; hoy en día son pocos, pero es una tendencia creciente e imparable.

Como consumidores, deberíamos preguntarnos si esa empresa textil o ese supermercado que tanto se anuncia en los medios de comunicación pudiera estar contratando a miles de personas en talleres clandestinos del tercer mundo, obligadas a cumplir interminables jornadas de trabajo y en las más míseras condiciones, para ofrecernos productos con un mayor margen de beneficios para la empresa. Nada de esto sale en los medios tradicionales porque hay informaciones que hacen más daño que bien, y por tanto no son publicadas en sus medios cercanos.

Como consumidores, debemos interesarnos por el daño económico y social que causamos al comprar en unos grandes almacenes frente a comprar el mismo producto en una tienda de barrio, ya sea una frutería o una librería. Como consumidores, deberíamos exigir a las empresas una mayor transparencia en relación con sus actividades empresariales y sus vínculos con los medios de comunicación.

El consumidor es el centro y la base de las estrategias empresariales de los grandes grupos económicos y mediáticos de este país. Su modelo de negocio está basado en influenciar el comportamiento del consumidor en relación con nuestras necesidades, deseos y estilo de vida. Si los consumidores cambian sus hábitos de consumo y exigen un mayor compromiso social y transparencia de sus actividades en los medios de comunicación, entonces estos modelos de negocio tendrán que ajustarse a las nuevas demandas sociales. Seguirán intentando influir en nuestra toma de decisiones, pero su capacidad de manipulación se verá restringida.

¿Empezará algún día el consumidor español a premiar y/o castigar a aquellas empresas por su política de compromiso social y transparencia? Es un proceso lento y complejo, pero sin lugar a dudas la sociedad española es cada día más crítica y exigente hacia los medios de comunicación y las empresas.

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